El fondo de los océanos contiene toneladas de minerales como manganeso, níquel, cobre o cobalto. Las empresas mineras se frotan las manos.  BBC Mundo.

La perspectiva de una “fiebre del oro” en lo profundo del mar, que abrirá una controvertida puerta a la minería en el fondo de los océanos, es cada vez más real.

Naciones Unidas publicó su primer plan para gestionar la extracción de los llamados “nódulos”, pequeñas rocas ricas en minerales, del lecho marino.

La Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA, por sus siglas en inglés), organismo de Naciones Unidas que supervisa la minería en el fondo del mar, llevó a cabo un estudio técnico.

Dice que las empresas pueden presentar su solicitud de licencias para la extracción minera tan pronto como en 2016.

La idea de explotar el oro, cobre, manganeso, cobalto y otros metales del fondo oceánico ha sido considerada durante décadas, pero apenas se hizo más palpable recientemente, gracias a la nueva tecnología y debido a los altos precios de las materias primas.

Expertos en conservación han advertido desde hace tiempo que la minería en el fondo del mar será altamente destructiva y a largo plazo puede tener consecuencias desastrosas para la vida marina.

El estudio de la ISA reconoce que la minería causará “un daño medioambiental inevitable”.

Pero el informe aparece en un momento que un portavoz describió como “un repentino aumento del interés” de las empresas de minería públicas y privadas.

COMPARTIR LAS GANANCIAS
El número de permisos emitidos para la extracción de minerales está en 17, con otras siete autorizaciones a punto de concederse y muchas otras que se darán en el futuro. Dichos permisos cubren grandes áreas de los océanos Pacífico, Atlántico e Índico.

Uno de los últimos en concederse fue a la empresa UK Seabed Resources, subsidiaria del brazo británico de Lockheed Martin, el gigante estadounidense de la industria de defensa.

Bajo la Convención de Naciones Unidas sobre la Ley del Mar, se estableció la ISA como órgano de fomento y gestión de la minería del fondo marino para un mayor beneficio de la humanidad, con una fracción de los ingresos destinada a los países en desarrollo.

Ahora, la ISA amplía su función desde una mera gestión de ofertas para la exploración minera hacia el análisis de cómo otorgar las licencias para las primeras operaciones reales de minería y cómo compartir las ganancias.

El consejero legal de la ISA, Michael Lodge, le dijo a la BBC: “Estamos en el marco de una nueva era de minería profunda del fondo marino”.

El atractivo es obvio. Una evaluación realizada en el Pacífico este -una zona de cinco millones de kilómetros cuadrados conocida como Clarion-Clipperton- concluyó que puede haber más de 27.000 millones de toneladas de nódulos depositados en la arena.

Estas rocas pueden contener la asombrosa cantidad de 7.000 millones de toneladas de manganeso, 340 millones de toneladas de níquel, 290 millones de toneladas de cobre y 78 millones de toneladas de cobalto, aunque no se sabe cuánto de todo esto es accesible.

INCENTIVOS ADECUADOS
Según el estudio de planificación realizado, la ISA se enfrenta al reto de intentar asegurar que los beneficios de la minería de nódulos no se queden sólo en manos de las propias compañías al tiempo que debe garantizar que las operaciones son viables desde el punto de vista comercial.

El plan debe ser capaz de ofrecer a las empresas los incentivos adecuados para que estén dispuestos a realizar caras inversiones pero también tiene que evitar que los países en desarrollo pierdan la oportunidad de recibir una porción de las ganancias.

La ISA intenta evaluar qué compañías tienen la capacidad suficiente para desarrollar el trabajo en esta nueva industria.

“No se pueden lograr las aptitudes necesarias sin una minería real a escala comercial”, se lee en el informe, “pero al mismo tiempo, no se debería permitir la minería sin una demostración previa de capacidad para hacerlo”.

Un factor clave en la forma de pensar de la ISA es la necesidad de contar con salvaguardias medioambientales, así que el documento llama a que se monitoree el lecho marino durante cualquier operación minera, pese a que los críticos se preguntan si la actividad en el fondo de los océanos puede ser regulada mediante políticas.

El científico Jon Copley, biólogo de la Universidad de Southampton, pidió cautela.

“No creo que poseamos el fondo del océano como para poder hacer lo que queramos con él”, señaló. “Al contrario, compartimos la responsabilidad de su administración.

“No tenemos buenos antecedentes respecto a nuestra capacidad para alcanzar un equilibrio en otros campos, piense por ejemplo en el búfalo y el bosque tropical, así que la pregunta es si podemos hacerlo bien”.

RIESGO DE EXTINCIÓN
El también biólogo Paul Tyler, del Centro Nacional Oceanográfico, advirtió que especies únicas estarán en peligro.

“Si barres toda esa zona con la minería, esos animales tendrán que hacer una de estas dos cosas: o se dispersan y colonizan otra fuente hidrotermal en algún sitio o se mueren.

“Y lo que ocurre cuando mueren es que la fuente terminará extinguiéndose biológicamente”.

Sin embargo, la química marina Rachel Mills, de la Universidad de Southampton, pidió que haya un debate más amplio sobre la minería en general, alegando que todos usamos minerales y que las minas terrestres son mucho más grandes que cualquier otra en el fondo marino.

Mills ha llevado a cabo investigaciones para Nautilus Minerals, una empresa canadiense que planea explorar fuentes hidrotermales de Papúa Nueva Guinea.

“Todo lo que nos rodea, nuestro modo de vida, se apoya en los recursos minerales y no hablamos muy a menudo sobre su procedencia”, dijo.

“Necesitamos preguntarnos si hay minería sostenible en la tierra y si hay minería sostenible en los mares.

“En realidad creo que son las mismas preguntas éticas, hablemos de los Andes o de la profundidad del mar Bismarck”.

Este debate se intensificará conforme se concrete la realidad de las primeras operaciones mineras.