Puede que hayas visto la frase “minería con controles”, en esos prolijos carteles en marquesinas que promocionaban una mesa de diálogo minero –que nunca se produjo. O puede que te la haya susurrado al oído una máquina en el teléfono, preguntándote si aceptarías una “minería con controles” marque uno en la matrix muchas gracias. O puede que la hayas sentido en la tele, en los diarios y en la radio, con el agregado de “minería con controles del Estado y de la comunidad”. ¿Suena bonito y correcto, no?

Por Eugenia Segura publicado en Mendoza On Line
Me pregunto si se estarán refiriendo a una megaminería con control remoto, porque el Dr. Aldo Rodríguez Salas, en el foro sobre la Constitucionalidad de la ley 7722 en la Facultad de Derecho de la UNC, dijo una frase que dejó a todo el auditorio en alerta, algo así como (cito de memoria): “¿Ustedes han visto lo que es la Dirección de Protección Ambiental? Un par de empleados, que tienen una sola camioneta. Encima, el día que fui, estaba en el taller porque estaba rota…” No sería de extrañar, puesto que esta Dirección de Protección Ambiental (DPA), con semejante equipamiento, es la encargada de monitorear a todas las industrias y los establecimientos de toda la provincia para que no contaminen, y cumplan con lo que dicen en sus Declaraciones de Impacto Ambiental. Esto explicaría, en buena parte, por qué no pueden controlar a fábricas de lavandina dentro del tejido urbano, o a avícolas que están enfrente de escuelas, ahora bien ¿cómo van a hacer para controlar megamineras en alta montaña, a tantos kilómetros de distancia como Uspallata o Malargüe? Nuevas tecnologías, siempre dicen. ¿Será que les van a poner unos monitores estratégicamente ubicados en las oficinas de la DPA, para que vean en vivo y en directo tooodo lo que está sucediendo en la mina, y alguno de los dos empleados de la DPA les dirá por teleconferencia si está todo ok o no? ¿O les irán a dar un GPS y una de esas patinetas voladoras de Volver al Futuro, que dicen que ya están inventadas?

Ah, no, claro, en la mente de estos iluminados empresarios, para eso está la comunidad, el control social, que tendría la ventaja de estar mucho más cerca y ahorrarles combustible y logística a las arcas del Estado mendocino, que somos todos. En este segundo escenario ¿qué se supone? Que alguien de las asambleas, pongamos por ejemplo- para que sea más divertido- yo, voy a agarrar mi auto y mi pehachímetro (da la casualidad que tengo uno), más algún otro tipo de instrumental que me va a proporcionar la DPA, o la misma empresa, y me voy a ir una vez por mes, cada quince días, cada dos meses, tres, no sé, hasta Yalguaraz. Ahí los guardias me van a abrir la puerta y me van a decir “pase, pase, ¿cómo no? ¿por qué sector quiere empezar a revisar hoy?” Entonces, supongamos, cuando yo les diga algo así como “eh, muchachos, se les está yendo la mano con el ácido sulfúrico, y en esta pileta ¿podrían ponerle un cachito menos de cianuro?”. Y ellos, claro, me van a hacer caso.

O bien (cierto que soy dizque ambientalista, no tengo que usar autos ni pehachímetros ni nada que contenga metales) voy a montar a caballo, llegar hasta allá y decirles: “¿podrían por favor bajarle un poquito los decibeles a las explosiones? Es que el jamelgo está estresado, ya ve, no se me acostumbra a las dos explosiones diarias con toneladas de ANFO, y los niños en el pueblo no pueden estudiar con tanto ruido…” Y ellos, muy amables, me van a decir “¿Cómo no? Faltaba más ¿qué prefiere, todo junto en una sola explosión por día, o vamos intercalando varias explosioncitas entre el turno mañana y el turno tarde? ¿o le gustan más las vespertinas?” Bueno, podría seguir, por absurdo que parezca: tanto o más ridículo es el argumento ese de que una comunidad, o una asamblea, pueda controlar a unas trasnacionales como Aterra Capital y Solway Investment.

Todo esto da para pensar que, entre todos los trabajos insalubres que ofrecen –vale recordar que los obreros de una minera hasta de las comunes, son los primeros expuestos a enfermedades profesionales por respirar el polvo de las voladuras, al estar en contacto con las emanaciones de las sustancias tóxicas con las que operan, a los accidentes con los explosivos y los desprendimientos de roca, los suelos congelados, etc, sumále el mal de alturas al estar trabajando a más de dos mil metros con todas esas cosas, y te la encargo- tal vez el trabajo de controlar a una mafia rusa sea el más insalubre de todos. Y, por cierto, nadie nos preguntó si queríamos tomarlo: lo largaron así nomás, alegremente, en los carteles y en los medios, como si el sueño de cualquier uspallatino o malargüino fuera controlar a las mafias extranjeras y locales que pretenden instalarse en nuestros pueblos.

Alardean los sueldos altos que ofrecen, y el hecho de que sean en blanco, algo que en cualquier país serio debería ser una obviedad. Sin embargo, en todo el mundo, los trabajos insalubres se pagan extra, si no nadie querría hacerlos, el tema es si esa insalubridad laboral es necesaria, imprescindible, para la sociedad: pongamos por ejemplo, exponerse a un poquitito de uranio para sacar una radiografía de un hueso roto, o manipular material patológico en los hospitales. O por cuánto dinero estás dispuesto a convertirte vos mismo en ese material patológico, por respirar metales pesados –la silicosis en los pulmones es una enfermedad asociada a la minería desde siempre, pero también el cáncer, las enfermedades del corazón y el cerebro relacionadas con los químicos, etc- para extraer algo tan inncesario como el oro, o los metales raros para sus armamentos para guerras innecesarias, o el cobre que perfectamente podría reciclarse de lo ya extraído, o el hierro que si no se lo estuvieran robando los chinos en Sierra Grande, tendríamos como para abastecer a 15 Argentinas ¿qué nos hace pensar que acá no se lo van a robar, que va a ser distinto? Y todo esto ¿para qué? Para una sociedad como la mendocina, que no está dispuesta a convertirse en material patológico en los hospitales, porque le envenen innecesariamente el agua que toma, la tierra que pisa, y el aire que respira, para enriquecer a un puñadito de tipos que ni hablan nuestro mismo idioma, otro puñadito de políticos y empresarios locale que sí conocemos, y algunos obreros que podrían estar trabajando en otra cosa que sí fuera saludable, pagada como corresponde, y valiosa para la sociedad, si el mundo no estuviera tan podrido por el poderoso caballero es don dinero.

Pensándolo desde ese lado, el de la insalubridad, vamos, los sueldos que ofrecen tampoco son tan altos: jamás vas a cobrar ni por asomo lo que un diputado o una senadora o un ministro, cuya salud no va a estar taaan estrecha y directamente expuesta a esos riesgos, aunque, mortales al fin, algo río abajo les iría a llegar.

Lo cierto es que, en los papeles, ninguno de los escasos 15 puestos de trabajo que contabiliza Hierro Indio, ni de los 91 laburos de minera San Jorge, aparece el puesto de “controlador comunitario de megaminera”, y no me quiero ni imaginar la A.R.T. que te cubra de decirle cómo tiene que hacer las cosas a la mafia rusa.

Lobos cuidando el gallinero

Quedaría una tercera pata a analizar, los controles del Estado: son muchos los mendocinos que desconfían que el Estado, corrupto, venal e ineficiente tal como lo conocemos, pueda controlar a megaempresas que muchas veces manejan más dinero que todo el presupuesto provincial junto, y vale recordar aquí la experiencia de Vale. Máxime teniendo en cuenta la simpatía y la benevolencia con la que varios políticos han engordado la vista y la billetera, para dejar pasar por alto crasos errores y violaciones evidentes a las leyes, ya desde los papeles nomás de Hierro Indio: mejor ni imaginarse lo que sería ante hechos concretos de contaminación. En el plano más visible, el de la clase política, casi hasta parece que estuvieran compitiendo a ver quién hace la contribución más bizarra y obsecuente hacia la causa prominera: podríamos lanzar un concurso a ver quién se lleva el premio al político más tóxico del año. Recapitulemos los episodios de este apasionante culebrón que ya pasó de western a telenovela hace rato, y que bien podríamos denominar Transa con Lobos.

En el primer capítulo, la Senadora que preside la comisión de Minería, Silvia Calvi y su inolvidable actuación en “déjennos contaminar un poquito, y después vemos”, dicho así en primera persona del plural, como si ya hubiera hecho del proyecto carne de su carne, y ya no se pudiera distinguir dónde termina la senadora, y dónde empieza la minera. Luego tenemos al Ministro de Ambiente, Elizalde, con su pedido de que por favor no digan la palabra “penetración” en un proyecto de esta envergadura, su solo de “sólo van a usar unas botellitas de agua…”, y su Agencia de Protección Ambiental Ad Hoc, que se inventó unas horas antes de que empezara el debate, como si fuera oportuno. Otro que se las trae es el Ministro de Energía Zandomevsky, con su corrupt-tour a Macedonia, donde habrá visto eso de que la megaminería usa diez piletas pelopincho de agua, y volvió para contárnosla por canal 9.

La votación del martes próximo en la legislatura se caldea ahora más aún con la panquequeada del intendente de Alvear, De Paolo, quien, preocupado por el río Atuel, apenas unos días antes había exigido que se respete la ley 7722 y le permitan dictaminar a su municipio. El viernes, en una extraña comunicación radial con MDZ, apareció y despareció del aire, con un speech casi calcado de las campañas publicitarias promineras, sólo que en vez de una voz sexy de locutor, se lo escuchó entrecortado y como con miedito. Todo esto y mucho más deja más que claro que, sea por coimas o por aprietes, cuando la mafia trasnacional se instala, los mendocinos no podemos confiar en nadie que vele por nuestra salud y la del medioambiente, ni siquiera en los que parece que tienen una o media consciencia sobre los enormes, tremendos riesgos que implica el saqueo bestial y depredador de nuestros bienes comunes.

Y lo que vemos es sólo la punta de un iceberg: el entramado de instituciones y estamentos del poder político económico donde se han ido insertando sigilosamente es mucho más complejo, y da para una nota aparte, aunque podría sintetizarse en una sola pregunta: ¿hasta cuándo vamos a permitir que los lobos sigan cuidando el gallinero?.

Aquí tus manos

Mientras tanto, con la cancha así de embarrada y los manejes turbios de los que ya han dado sobradas muestras, por el principio ambiental que dice que siempre es mejor prevenir que curar, la única que nos queda es el pueblo en la calle: el martes que viene a la mañana, en la Legislatura, se vota por el OK o Knock Out a la prosperreactivación y la exploratación de la mina Hierrosoldadoindio: ya no da ni para pedirles que vuelvan a foja cero: no sé a vos, pero a mí sí me queda todavía capacidad de asombro ante la corrupción y ante lo inaceptable, y de amor por esta tierra en la que estamos. Todavía estamos a tiempo, y no hay nada más insalubre, para un pueblo, que lamentarse cuando sea demasiado tarde: el momento es ahora ya, y el único control verdadero que existe, va a estar este martes: en tus manos.